Por Luis Castro/Foto google

Hay dos cosas que tiene la fiesta brava que me ponen del lado del argumento principal de los antitaurinos: el sufrimiento infringido al toro. Y dejo de inicio bien claro eso del argumento principal de los antitaurinos, porque una cosa es eso y otra la sarta de mentiras y sandeces con que pretenden sustentar sus intenciones de prohibición.

Sí, me pongo de ese lado del dolor que se le infringe al toro cuando veo esas escenas, siento feo, siento tristeza, siento compasión por el toro. Ojalá se piense y se haga algo para erradicarlas.

¿De qué hablo? De dos cosas: Una, cuando el torero recurre al recurso del descabello y falla y falla una y otra y otra vez. Estar viendo como le clavan mil veces la espada corta sin acertar a matarlo, pobre toro. Por ejemplo, esa forma en que Saldívar, uno de mis toreros predilectos, en su segundo toro hundía y hundía la espada sin acertar el descabello, escenas como esas me convierten en antitaurino al sentir un ¡pobre toro, qué martirio, paren por favor esa masacre! ¡Un toro bravo no merece morir así, el toro bravo debe morir peleando y en esa situación ya no tiene físicamente posibilidades de pelear!

La otra relacionada también con el descabello: Cuando para obligar al toro a descubrir, o sea, a bajar la cabeza casi hasta el suelo, el torero le suelta unos piquetazos en el labio superior que necesariamente por el filo y punta de la espada, en cada unos de esos piquetes se hunde algo de la espada en su labio, no sé cuánto pueda ser, pero lo lastima. La reacción del toro a esos piquetazos son prueba irrefutable de que ha sentido dolor, y si ha sentido dolor es porque parte de la punta de la espada entró en su labio superior. Y hay toreros que no le dan, digamos, un empujoncito en el hocico para que baje la cabeza, sino que le tiran unos chingadazotes que no se vale. Perdón por la palabra, pero es que realmente me da coraje ver ese trato al animal, el toro bravo que no merece que lo madreen así cuando ya no puede atacar.

¿Cómo pueden defender las corridas de toros los taurinos diciendo, entre otras cosas, que al toro se le da una muerte digna con la libertad de pelear y la oportunidad de defenderse? Las dos cosas que he citado se dan cuando el toro ya es un animal totalmente indefenso, sin posibilidad de defenderse, parado porque ya no puede ni caminar o lo hace con mucha dificultad. Cuando veo que le pican el hocico me pregunto ¿ésa es una muerte digna? Cuando veo que le hacen picadillo la cerviz, en lo que le llaman “el molinillo”, con tanto fallo en los intentos de descabellar, me pregunto ¿Esa es la muerte digna de un toro que puede pelear?

No me salgan que el toro mientras esté vivo puede herir, eso ya lo sé, a Paco Dóddoli le pegó una cornada un toro que ya había doblado y sin pararse, con el simple derrote porque el torero se le puso a su alcance, le dio la cornada. Pero eso no significa que el toro cuando lo están descabellando y picoteando en el hocico esté en libertad con posibilidad de defenderse, porque para ello la condición mínima es que tenga movilidad y al descabellarlo ya no la tiene.

Yo pienso que en las corridas de toros eso no debería suceder. Pienso que algo debe hacerse para evitarlo. Veo un problema, pero sinceramente no se me ocurre la solución. ¿Que solamente tenga derecho a dos intentos de descabellar el torero? ¿Que si le pica el hocico para que baje la cabeza se le mande un toque de atención y a la segunda vez que lo haga con otro toque se dé la orden de regresar al toro vivo?

De lo que sí estoy convencido es que esas escenas lastimosas de un torero que falla una y otra vez en sus intentos por descabellar y le hace picadillo la cerviz al pobre toro que ya no puede defenderse, así como esos picotazos arteros sobre el labio superior para obligarlo a que baje la cabeza, esos acontecimientos deben desaparecer del espectáculo taurino. Con estos acontecimientos o escenas se les da toda la razón a los antitaurinos de que al toro se le mata de manera martirizante.

Pobre toro, yo no quiero ver eso en ninguna corrida de toros.