Luis Castro.

Fotos de Marco Antonio Tovar.

22 septiembre. En el Cortijo La Maestranza de Morelia este sábado Emiliano Villafuerte «El Moso», Alberto Rangel y Antonio Sáyago lidiaron un ejemplar, los dos primeros a manera de preparación para su compromiso del próximo 30 en San Miguel Allende.

Emiliano Villafuerte anda cada vez más suelto, aprende, resuelve situaciones conflictivas, no se ve a merced de los animales. Bien estuvo con un becerro gordo de Farías al que no se le podía quedar en distancia corta y así lo entendió y sobre esa partitura le dio la lidia. Dos detalles: uno, que al girar para colocarse de un muletazo al siguiente, en vez de utilizar la pierna de citar como pivote y en un solo movimiento hacer el giro de 180 grados para estar de inmediato colocado, primero hace un leve movimiento apoyado en la pierna de salida, perdiendo un tiempo. La otra, que varias veces al dar el muñecazo al final del pase le quedaba la panza de la muleta por un instante atrás del cuernito, tocándolo y provocando que se revolviera más rápido de lo que ya lo hacía, echándoselo encima brevemente hasta que reponía su terreno.

Alberto Rangel se las tuvo que ver con otro de Farías con más problemillas, que desarrolló sentido; sin embargo, el chamaco también mostró adelantos y le sacó buenos muletazos sin salvarse de algunas maromas. También dos cosas para señalarle: Una, le hace falta sacar más las manos hacia el frente, no hacia el costado,  para torear con más mando, con más autoridad; la otra, que no a todos los animales se les debe citar dejándoles la muleta en la cara y echándola adelante. Éste era de citar con la muleta sin adelantarla más allá de entre las dos piernas.

Y Antonio Sáyago, un adolescente que apenas era su segundo animal al que le daba lidia completa. Fue una ternera de Monteverde buena, aunque por el lado derecho pasaba bien pero echaba al llegar a la muleta exageradamente el hocico adelante como si la quisiera morder, incómodo eso para templar porque los toreros aprenden y se acostumbran a templar las puntas de los cuernos, no un hocico. Solamente podía estar como cualquiera que apenas torea por segunda vez. Pero asoma dos virtudes: Una, valor, se queda quieto; la otra, afición. Esperarlo.

Al último a esta ternera le salió Carlos Mauricio Medina toreando con mucha tendencia a dejar los codos pegados al cuerpo.

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