Luis Castro.

Corrida tradicional del 2 de noviembre en la Monumental de Morelia sin desperdicio, con tres buenos toreros que realizaron cosas exquisitas y sonoro triunfo para el ganadero de El Junco que le indultaron el de regalo cuando antes ya le había salido otro, el tercero, que era de arrastre lento pero que el juez de plaza ni se enteró.

Corrida parchada , con dos de Caparica para Fernando Ochoa, dos de Fernando de la Mora para «El Payo» y dos de El Junco para Juan Pablo Sánchez, parches debido a que el ganadero de Caparica, encierro anunciado, no ha de saber aún distinguir entre un novillo y un toro o no distingue muy bien entre la plaza de toros Monumental de Morelia con la de la feria de San Juan de las amapolas y le regresaron casi toda la corrida. ¿Así defendemos la fiesta?

Entrada con acaso media plaza.

Fernando Ochoa con el que abrió plaza no pudo lucir con el capote porque el torito sin fijeza salía suelto de cada capotazo. Con esa tendencia llegó al tercio final por lo que Ochoa inició con muletazos para sujetar, para obligarlo a quedarse en vez de huir, cosas que algunos espectadores no entienden y comenzaron a mandarle olés de chunga como antes lo habían hecho con el subalterno que bregaba. Se siente vergüenza ajena. Pero ya a la tercera tanda de derechazos comenzó a quedarse con él, a no dejarlo escapar y a declamar con su muleta el toreo bueno, derechazos sin prisa, templaditos y él en un giro sobre la pierna de citar quedando perfectamente colocado para el siguiente. A la gente le gustó eso. Faena de maestro y artista. Pero al tirarse a matar quién sabe por qué se le fue la mano tremendamente abajo en un metisaca que enfrió los ánimos y perdió una oreja meritoriamente conquistada. Todo quedó en una salida al tercio.

Para Octavio García «El Payo» fue el siguiente, éste de Fernando de la Mora, precioso de hechuras, con trapío de toro al que su lidiador le pegó tres verónicas hermosas como deben ser las verónicas, no como se acostumbra ahora a la trágala, y cuando remataba con una media el toro se le fue de bruces quedando todo en media media. El toro fue muy débil probablemente por un problema intestinal que no pudo ocultar al dejar varios charcos licuosos de sus copro-muestras. Dos pinchazos y estocada a toro parado.

De El Junco fue el tercero para Juan Pablo Sánchez. Primero mostró debilidad por lo que las primeras tandas fueron de unipase porque la res no resistía más: un derechazo y el remate. Pero Sánchez lo fue llevando suavecito, con amor, y el toro fue a más, y a más y a más con una gran docilidad, sin tirarle jamás una mala mirada al torero y sin volverse a caer. Mesa puesta para lo bonito. Tandas de derechazos en redondo templadísimas, lentísimas, una tras de otra con la gente entregada. Qué buen torero es este jovencito. Y si la plaza no era blanca, lo estaba en cuanto metió la espada con solvente ejecución y rápidos efectos. Dos orejas por unanimidad. Y un arrastre lento que debió estar presente se perdió en el olvido.

El cuarto de Caparica, de ese ganadero que no distingue novillos de toros y con éste tampoco distinguió. Pero fue bueno y le aguantó muchas series con ambas manos a Fernando Ochoa que volvió a torear con maestría, buen gusto, relajamiento y él contento. Hacia el final por la zona de toriles le ligó tres veces la Dosantina y nuevamente perdió un apéndice por pinchar una vez y acertar al segundo intento de descabello. Rala petición de oreja y agradeció desde el tercio. Este Fernando Ochoa tiene todos los elementos para colarse esta temporada al elenco de las figuras del toreo.

El quinto de Fernando de la Mora, rajado totalmente. Nada qué hacer. Y «El Payo» lo entregó pronto al tiro de mulillas.

El sexto de El Junco, tontorrón, que pasaba andando perezosamente con la cabeza arriba y muy poca transmisión. Juan Pablo Sánchez con muletazos muy templaditos lo hizo ver mejor de lo que era, pero sin calado en la concurrencia. Al matar se le fue la mano por el costillar, por accidente, no por acto volitivo.

Regaló «El Payo» uno de El Junco, Catrín de nombre, anovillado, que lo recibió con verónicas y chicuelinas aceptables. Llevó al caballo con chicuelinas andantes y allí lo dejó con el manguerazo de Villalta para fuerte ovación. Inició con la muleta puesto de rodillas casi en el centro con dos por alto ligados con una tanda derechazos sin incorporarse todavía. Comenzaba la locura. Luego le hizo cuanto quiso porque el torito seguía la muleta con increíble docilidad, aguantando sinnúmero de pases, iba y venía sin mirar más que a la muleta. Se llenó de sombreros el ruedo. Indulto solicitado por las masas y concedido por el juez.

Muy bien el banderillero moreliano Francisco García saliendo al tercio en el quinto por excelente par de las tablas hacia afuera.[flagallery gid=47 name=»Gallery»]