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Por Luis Castro | Fotos por Marco Tovar

Tradicional corrida de toros del 30 de septiembre en la Monumental de Morelia. Toros de El Junco bien presentados salvo el sexto anovillado. Media entrada.

Uriel Moreno “El Zapata” petición de oreja no concedida en ambos y vuelta al ruedo en su segundo.

Arturo Macías silencio y saludó en el tercio luego de un aviso.

Juan Chávez oreja protestada, un aviso y silencio en el de regalo.

Sí, corrida de toros en la Monumental, que por muy Monumental que sea ni siquiera tiene un palco para la autoridad. Tiene un espacio, pero no un palco.

Abrió plaza un toro que resultó muy bueno que fue de menos a más. Con el capote “El Zapata” no pudo lucir. Como es su costumbre cubrió el segundo tercio dejando el primer par al cuarteo igualado; en el segundo par primero un quiebro en la zona de tablas y de allí ligó un cuarteo para dejar el par al violín. Y cerró otra vez en tablas con el par llamado monumental para fuerte ovación con diana.

Faena de muleta iniciada con seis de rodillas para luego hacer el toreo fundamental por abajo con ambas manos. Y en la mejor tanda de derechazos andaba una mujer corriendo por el callejón con un radio o quizás un celular al oído. ¿quién era? sabrá Dios, pero que nada sabe de andar en el callejón hasta que por gracia divina se fue a meter al patio de picadores. El Zapata continuó toreando muy bien con ambas manos sin que la gente se lo apreciara. ¿Qué saben los desiertos de las aguas de los mares? Y el movedero de gente en el callejón de aquí para allá continuaba. ¿Entonces para qué sirve el jefe de callejón? Pinchazo y estocada habiendo petición no concedida, pero la faena bien era de oreja.

Muy descompuesta fue la embestida de salida del segundo que obligó a Arturo Macías a bregar hacia los medios. Quite por chicuelinas a las encarreraditas. Fue un toro sin nada de clase, medio rebrincón, de corto trayecto, que por más pases y pases que pegó El Cejas no pasó nada porque no puede haber faena lucida con un astado así. Era como querer escuchar una bella melodía con una guitarra desafinada. Mató de media ración.

Juan Chávez recibió al tercero con verónicas y chicuelinas con más entusiasmo en el tendido que belleza en las suertes. Faena simplemente voluntariosa. Ese toro por el lado izquierdo iba con la cabeza arriba. Y cuando intentó torear por derechazos sin la espada la res le dio un pitonazo en la mano que lo obligó a retirarse a las tablas a recibir asistencia médica. Parte del público entonces le coreó todo el epílogo de su labor. Alguien gritó torero, torero y el grito se extendió por los tendidos, porque cuando ladran los perros solamente el primero sabe por qué. Fue premiado con una oreja que dividió las opiniones.

El Zapata recibió al cuarto con dos largas en tablas y de allí el toro se paró a observar en dónde estaba por lo que tuvo que ir por él para meterlo en el engaño. Cubrió el segundo tercio sin nada para la historia, sólo para la crónica. Toro soso como comida de cocina económica que solamente sirve para quitar el hambre, pero El Zapata estuvo en El Zapata, o sea intentando siempre sacar el máximo partido. Estocada a un tiempo y hubo petición de oreja no concedida que quedó en vuelta al ruedo con fuerza.

Con el quinto Arturo Macías no pudo hacer nada de capote. Bregar. Comenzando su faena al intentar un derechazo el toro le habló a los idiotas esos que se dicen protectores de animales para decirles: “vean que no soy ningún animal indefenso en el ruedo”, lo cogió por la pantorrilla aparatosamente y lo trajo colgado algunos segundos pero afortunadamente sólo de la ropa. Se fue a la enfermería y luego regresó maltrecho para concluir de pinchazo, media estocada, otro pinchazo, un aviso y otra media. Saludó desde el tercio.

El sexto fue protestado desde su salida por anovillado. Y como dichas protestas no cesaron ni después de las banderillas, Juan Chávez cortó por lo sano levantando la mano para decirle a la gente que regalaba uno. En éste se llevó un aviso.

Y en ese de regalo algunas verónicas un tanto a la trágala y no pasó nada pues el toro fue deslucido, con poco recorrido y la cabeza arriba. Media estocada.

Al final les pregunté a los tres matadores si era cierto que habían apostado su sueldo de esta corrida a favor del que estuviera mejor y los tres lo afirmaron. ¿Y lo van a cumplir? también los tres dijeron que sí, inclusive el Cejas agregó: “Claro, somos hombres, tenemos palabra”.