¿El toreo es un arte?
¿El toreo es un arte?
Ernesto Hernández Doblas
Apuntes; segunda de dos partes
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Existen varios caminos para responder la interrogante sobre si el toreo es arte o no. Mediante esos caminos, pueden ir apareciendo algunas ideas sobre qué es la tauromaquia en sí.
Una de las cosas que saltan a la vista, es que no siempre fue lo mismo. Desde lo que pueden considerarse sus inicios hasta el dia de hoy, las transformaciones del arte de Cúchares le han dado distintos rostros.
Es conocido, gracias al esfuerzo de historiadores y estudiosos del tema, que los orígenes más cercanos de lo que conocemos como fiesta taurina, se dieron a mediados del año 1400 en España.
El extraordinario poeta, ensayista, historiador y cronista mexicano José Alameda, ubica las confrontaciones entre árabes y españoles, como la época en que gracias a esos encuentros y desencuentros, cierto tipo de toro y el ser humano inician relación que desembocará en el arte de la tauromaquia.
Más allá de los interesantes datos y análisis puntuales de toda la historia y la cultura que rodea a la más bella de todas las fiestas, es notable la forma como se gestó, los cambios que fue teniendo y el sitio en donde actualmente está.
La fiesta de los toros no nació ni como un quehacer artistico ni con intereses de serlo. Tampoco tuvo un caracter ritual. Su finalidad fue servir de entrenamiento, entretenimiento y festividad de la realeza. Se trataba de acentuar su carácter heroico, gallardo y superior.
Eso fue durante el período de la primacia del toreo a caballo, misma que fue dando paso a los lidiadores de a pie, en los siglos XVI y XVII. Los tres siglos siguientes vieron ya el surgimiento del espectáculo taurino que siguió consistiendo en un asunto de valor, astucia y capacidad física para enfrentar a los bureles.
El arte y el ritual estaban lejos de una actividad que extendía su influencia en los paises conquistados por la corona española. Y entonces vino la revolución de revoluciones: la revolución belmontina.
Originario de Sevilla, Juan Belmonte Garcia es el torero considerado padre del toreo moderno. Lo fue en más de un sentido. Lo fue en un tiempo de gran movimiento cultural alrededor de la fiesta de toros. Lo fue por quedarse quieto ahi donde todos se quitaban. Lo fue por comunicar a los rendidos un temor y temblor no antes visto ni sentido.
A partir de Belmonte se hace posible otro tipo de tauromaquia, cada vez más cercana a lo ritual, lo artistico y lo espectacular. Habría que agregar que aunque es innegable la revolución belmontista, no estuvo solo. A su nombre deben agregarse cuando menos dos: el del mexicano Rodolfo Gaona y el eterno rival del pasmo de Triana, es decir José Gómez «Joselito».
Es hasta el siglo XX que la tauromaquia dirige sus pasos con claridad hacia las posibilidades de lo artistico. Es interesante hacer notar que no se pierden los aspectos que hasta ese momento van a caracterizarla.
El toreo siguió y sigue siendo un asunto de valentía, habilidad, astucia, técnica y elegancia, pero además, la búsqueda de crear belleza en cuanto a sus formas y profundidad en su expresión, se van a unir a lo anterior, enriqueciendo de gran manera la diversidad de toreros e incluso de encastes.
De alguna manera, todos los toreros que logran destacar en el difícil medio taurino, llevan en su espuerta todos los valores del arte de torear. Sin embargo, debido a diversas circunstancias, desarrollan más unos que otros.
Finalmente, en las conclusiones de un tema de largo alcance, se hace pertinente anotar que, más allá de la tauromaquia, el concepto del arte en la cultura es problemático y cada vez resulta menos fácil ubicar con certeza en dónde se encuentran sus fronteras.
La modernidad abrió la oportunidad para que las vanguardias artisticas hicieran del siglo XX un festín revolucionario después del cual el arte como concepto gozaría de diversidad y constante movimiento.
Lejos de sus inicios, el toreo perfecciona sus posibilidades, ésas que lo llevan a la excelsitud de la expresión personal en toreros como Morante de la Puebla o al valor sin aparente límite de un Roca Rey.
Atendiendo a los últimos años de la fiesta brava, especialmente en España, vemos que una pléyade de toreros dan brillo y resplandor a lo que ya puede calificarse como época dorada del toreo.
Sus estilos varían, mucho más sus personalidades, pero parecen decirnos que la primacía en el porvenir de la tauromaquia la tendrá el arte. Arte con mayúsculas.