Cuando uno esta pequeño, se deja influir por todo lo que le rodea y mas por los comentarios de los familiares y personas allegadas en las que como todo ser indefenso y falto aun de experiencia, confia sin valerse aun de su juicio personal. Conviví de chica, mucho con mi tia política Guillermina, a quien quizá solo le falta su credencial de Greenpeace para acreditarla como miembro, pues sus sentimientos son afines a esta organización. Más de alguna ocasión sucedió que estando con ella cambiando de canal al televisor se veía alguna escena taurina, a lo cual sus gestos, así como también sus expresiones verbales eran de total disgusto y antagónicas al ideal taurino.

A tal grado llegaba su afiliación al sentir de la protección a los animales, que era bien conocida por mas de alguna vez haber rescatado ratones de las ratoneras y tras un buen baño en agua tibia y alimentación digna de un «Spa», liberarlos en el zoológico de Morelia para que pudiesen disfrutar de la libertad que este les proporcionaba.

Todas estas ideas, tuvieron su efecto en mi conciencia inocente de niña… aunque claro, nunca llegué al grado de rescatar ratones de las ratoneras… eso sí, rescatarlos de los mortiferos golpes propinados por la escoba de mi madre.

Mi padre, un maletilla frustrado, que jamás llegó a tocar un capotillo en su juventud y se contentaba con asistir a cuanto festejo taurino fuera celebrado en Morelia, ahora padre de familia, quizo compartir con nosotros su afición y comenzó a llevarnos a cuanto festejo el asistiera; sin embargo, yo que era una niña con una convicción muy definida, -por mi tía Guillermina- no podía disfrutar de ningúna manera de las corridas de toros . Mis hermanos, Fernando y Carlos, compartían mis ideales… o mas bien dicho, los de mi tía.

Entre los 3 formabamos orgullosos la porra anti-taurina de la plaza monumental de Morelia y nos divertíamos gritando a todo pulmón: «TORO! TORO!», «BUUUU», así como también proferir estruendosas «carcajadas» cada vez que el toro lograba hacerse de algun torerillo.

Mi padre que no cabía en si de vergüenza porque la afición lo señalaba como responsable del comportamiento de sus retoños, y por tampoco entrar en conflicto con el ideal anti-taurino que nos había formado mi tía -desconciendo el todo esto, claro está- decidió que no era correcto llevarnos a disfrutar de un espectaculo que sólo nos producía llanto, disgusto… y felicidad cuando el toro lograba imponerse. Así que para seguir con su afición, tuvo que refugiarse en el rincón de aquella pequeña sala ubicada en la casa de la familia Tenorio, provista de televisión con cable, en la cual, domingo a domingo podria dar rienda suelta a sus fantasías de gran torero.

Y NACIO EL GUSTO POR LOS TOROS…

La sala con televisión y cable en casa de la familia Tenorio, estuvo reservada exclusivamente para toros los domingos y algunas ocasiones en que transmitían el prestigiado programa taurino “Toros y Toreros” dirigido por el Lic. Julio Téllez durante muchos años.

Corría el año 2000 cuando pasando justamente por la sala, me llamó la atención una dulce música que inspiraba primordialmente calma, cuando desvié la mirada para indagar de qué se trataba el programa que estaba viendo mi padre del cual emanaba esta composición tan bella, me sorprendí, no podía creer que fueran…. ¡toros!, pero al seguir observando detenidamente, me cautivó aun más… era… era simplemente bello y contrastante aquello que miraba: un Torero sereno, seguro, sus movimientos con una parsimonia indescriptible, y esto en conjunto, burlando la embestida de un toro toro, bravo, áspero a juzgar por las escenas, rebrincando y tirando derrotes a diestra y siniestra, vaya contraste tan… exquisito.

De niños, uno siempre tiene perros, y siempre juega con los perros. Junto con mis dos hermanos, habíamos convertido en un juego rutinario el toreo canino, teníamos por nobles enemigos a dos fieros French-Poodle mini toy, que perseguían el pequeño capotillo con una saña incansable y que en ocasiones erraban un cambiado, propinando con esto un golpe a la altura de las rodillas que nos hacia descomponer toditita la figura de torerillos.

Dada mi gran experiencia en el toreo canino, después de admirar en “Toros y Toreros” el excepcional video descrito líneas arriba, – tiempo después me di cuenta que se trataba del gran maestro Alfonso Ramírez “el Calesero- surgió una gran incógnita en mi vida y que era preciso darle pronta solución: ¿cómo era posible que un animal pudiera ser dominado de tal manera?, si a mi aquellos cachorritos me ponían en apuros un lance si y otro también, ¿cómo era posible que un simple humano pudiera crear tal belleza y pasear de la mano con la muerte en el mismo cuadro?, aquello hizo que en mi cabeza rondara sólo una idea durante dos días y dos noches, al cabo de los cuales, llegué a la conclusión de que era preciso, lo averiguara por mi misma.

Después de esos dos días llegué a la misma sala de la familia Tenorio, aquella sala donde toda esta historia había tenido su inicio, donde todo aquello que me había ocupado el alma las últimas 48 horas había tenido su origen y dije con voz firme dirigiéndome a mis padres: “Yo voy a ser Torera”…[flagallery gid=50 name=»Gallery»]

Hilda Tenorio

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«El toreo es el unico sitio a donde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la mas deslumbradora belleza» Federico Garcia Lorca

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