Luis Castro.

Fotos: Fernando Cisneros y Marco Tovar.

Corrida de contrastes este sábado 18 de febrero en la Monumental de Morelia. De lo grandioso a lo vulgar. De lo justo a la vacilada. De lo taurino a lo vergonzoso.

Lo grandioso y lo justo: El homenaje al licenciado Fernando Ochoa Ponce de León, decano de los ganaderos mexicanos, pilar fundamental, junto con sus hermanos Jesús, Alfredo y Juan, de la fiesta de los toros en Morelia. Un señorón, no solamente en el plano taurino, sino como humano, como político cuando lo fue.

Después de partir plaza las cuadrillas lo sacaron al ruedo en su silla de ruedas, porque la erosión de la vida es implacable, inexorable, recibió varios reconocimientos, felicitaciones y gran ovación del público que casi llenó sol y ocupó tres cuartas partes de sombra. Justo, merecido, grandioso. Yo también me pongo de pie sin volverme a sentar para tributarle mi aplauso de reconocimiento.

La vacilada, lo vulgar: El indulto más grotesco que he visto en mi vida y lo que más duele es que tenga que ser en la plaza de toros de mi tierra. Al grado que jamás había escuchado protestas y abucheos en un indulto cuando el toro regresaba a los corrales. Y por consecuencia división de opiniones cuando a su lidiador le entregaron las orejas y el rabo simbólicos.

Un toro que no era ni para aplaudirse en el arrastre. No remataba las embestidas abajo ni seguía la muleta al final de las primeras tandas de derechazos y naturales, por lo que el entusiasmo popular no subía mucho de tono. Tibio apenas. Entonces, como procedía, Juan Chávez tuvo que echar mano a recursos para torearlo conforme a esas condiciones deslucidas con muletazos de rodillas, de repente por la espalda. Ah, pero como pudo pegarle dos veces muletazos de vuelta entera bastó para que un sector popular que nada entiende de toros y que seguramente estaban en el tendido solamente por ver a Pablo Hermoso, comenzaron a pedir el indulto de lo que otros más se contagiaron. Y como del callejón le llegó la orden al juez de que indultara, lo concedió. ¡qué humillación a la fiesta de los toros!

Lo vergonzoso: que un matador de toros, Juan Chávez, se preste a ese tipo de aberraciones equivocando a ese sector popular que nada entiende de toros, o bien, porque no hay más que estas dos opciones, que siendo matador no sepa distinguir cuándo un toro es merecedor de indulto. Bueno, ya no de indulto, siquiera de arrastre lento. Y éste ni de eso era. El ejemplo se lo dio Fermín Spínola el domingo en la México con un toro bueno de a deveras, el de regalo, cuando la gente comenzó a disparatar pidiendo el indulto ni siquiera volteó a ver el juez y le metió la espada.

¿Estaremos en la antesala de que para la próxima corrida indulten a las mulillas de arrastre?

Y finalmente lo taurino: dos buenas faenas de Fernando Ochoa, una de Pablo Hermoso de Mendoza y la buena disposición de Juan Chávez ante un lote poco propicio.

Fernando Ochoa, en su primero, bonitas y tersas sus verónicas. Logró inicialmente dos tandas de derechazos de buen gusto con un toro que embestía muy bien, pero luego cambió de lidia la res sin pasar ya completo y con la cabeza arriba. Faena casi a oscuras porque se había ido la luz. Tres pinchazos.

El otro de su lote fue bueno, éste sí fue bueno, con recorrido, pasando completo, rematando abajo sus embestidas, parándose de un pase al siguiente pero embistiendo con prontitud siempre a la primera vez que lo llamaban, cualidad apreciadísima por los toreros porque los deja estar a gusto,  aprovechándolo Fernando Ochoa primero con unas verónicas suaves y luego en una faena con ambas manos, adornos de buen gusto, manoletinas y estocada para dos orejas. Buen toro de El Junco.

Pablo Hermoso de Mendoza, como mejor rejoneador del mundo tuvo que estar bien en todo, en los tres tercios, espectacular como es su costumbre provocando un ambiente de algarabía. Pinchó una vez y al segundo intento también pinchó, pero se quedó insistiendo empujando el rejón de muerte hasta lograr hundirlo. Nada ortodoxo. Dos orejas protestadas.

Su segundo con un rejón de castigo se quedó prácticamente parado y poca oportunidad de lucimiento le dio al rejoneador que echó manos de todos sus recursos y habilidades para estar decoroso. Pinchó 4 veces y se oyeron algunos pitos.

Juan Chávez no se acomodó con el capote en su primero. Toro deslucido, sin malas ideas, pero que no remataba sus embestidas abajo ni pasando completo. Faena con mucha disposición, manoletinas y luego de una casi entera acertó al primer intento de descabello. La gente se lo reconoció con tibios aplausos.

Del que cerró plaza ya está dicho todo, salvo un buen quite por tres saltilleras y dos gaoneras aguantando mucho. Se lidiaron cuatro de El Junco para los de a pie y dos de Fernando de la Mora para el rejoneador.

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