El Jefe de los servicios médicos de la Monumental de Morelia y del Palacio de Arte, el Dr. Benjamín Muñoz González, recibiendo un reconocimiento por parte de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros.
El Jefe de los servicios médicos de la Monumental de Morelia y del Palacio de Arte, el Dr. Benjamín Muñoz González, recibiendo un reconocimiento por parte de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros.

Cortesía para su publicación por La Aldea de Tauro

Por: Xavier Gónzalez Fisher. | Foto Toro Arte Michoacán.

Mi primer encuentro con el Palacio del Arte fue en el año de 1993, en el mes de mayo, para atestiguar una corrida de toros que la familia Ramírez Villalón organizó en homenaje y beneficio de un singular personaje del ambiente taurino mexicano, Francisco Gómez El Zángano, quien caído en un estado de discapacidad a causa de una cornada, estaba pasando una larga tarde de esas que los toreros prefieren olvidar. Aún recuerdo el sentido brindis que David Silveti le hizo, reconociéndole que él y muchos de sus pares no estarían en los ruedos de su ayuda y hasta de su complicidad, pues le decía El Rey en ese breve parlamento: … muchas veces me escapé de mi casa contigo Zanganito, para ir a torear escondidas…

En esa oportunidad, el Arquitecto Eduardo Florentino Ramírez Villalón, titular de la ganadería Real de Real de Valladolid, que como siempre, fue un extraordinario anfitrión para la ocasión, me contó a grandes rasgos la adquisición de la plaza portátil La Guadalupana, que funcionó de manera semi – fija den el Estado de Puebla, su traslado a Morelia y las principales vicisitudes para conversión en un escenario definitivo. Quizás uno de las más grandes, resultó ser la deficiente circunferencia del ruedo, misma que causó alguna problemática que los ingenieros se encargaron atingentemente de resolver.

Un años tomó la transformación de la nómada en sedentaria y para el 11 de junio de 1988, se pudo llevar a cabo la prueba del funcionamiento de las instalaciones, con un festival taurino en el que mano a mano, dos alcaldes dejarían constancia de que el lugar estaba listo para abrirse al público. Se trató de un muy taurino encuentro entre el Valladolid hispano y el Valladolid de México, hoy llamado Morelia, en  honor del más preclaro de sus hijos, don José María Morelos y Pavón, uno de los artífices de nuestra Independencia.

Así, don Tomás Rodríguez alcalde de Valladolid, España y don Germán Ireta Presidente Municipal (Alcalde) de Morelia, Michoacán, México, enfrentaron sendos novillos de Campo Alegre, en una tarde en la que ambos demostraron su buena afición y quedo claro que el escenario estaba listo para comenzar a escribir su historia con las puertas abiertas a las sociedad moreliana y a la de todo el mundo.

De esa forma, el 21 de junio de 1988, Monseñor Estanislao Alcaraz y Figueroa, Arzobispo de Michoacán, bendijo las instalaciones y seguramente reclamó para sí el mismo privilegio que su homólogo, don Luis María Martínez en su día, jocundamente pidió respecto de la Plaza Meéxico, en el sentido de que se hiciera constar en los anales, de que la primera vuelta al ruedo allí dada, fue la suya.

Cumplimentados los ceremoniales propios de nuestras tradiciones religiosas, correspondió al Ingeniero Luis Martínez Villicaña, Gobernador del Estado, declarar formalmente inaugurado el Palacio del Arte, nombrado así a sugerencia de quien fuera durante muchos años su Gerente, el buen amigo Gabriel Rosales López, imponiéndose su gerencia a otras más reduccionistas, como la del también gran amigo Claudio Esquivel, que pedía  que tuviera un nombre exclusivo de plaza de toros, limitando desde su denominación la multifuncionalidad a la que el escenario está destinado

El origen de la idea

¿De dónde nace esta idea? Habrá que remontarse a unas cinco o seis décadas atrás, cuando los hermanos Enrique, Victor Manuel y Mariano Ramírez Miguel inician una aventura ganadera en Encarnación de Díaz, Jalisco. Con simiente de Pastejé fundan la ganadería San Antonio, para má o menos una década después, enajenar esa base genética en su totalidad a su paisano don Gustavo Álvarez y adquirir una importante fracción de la ganadería tlaxcalteca de Zotoluca, con la que cobraría gran importancia la vacada, anunciada en los carteles como la del Ingeniero Mariano Ramírez, aunque esa es otra historia, que debe ser contada con la debida amplitud y en otro tiempo y espacio.

Ese vínculo ganadero liga a la familia Ramírez Villalón con la fiesta de manera indisoluble y así, en 1985, el doctor Marco Antonio Ramírez Villalón, en apoyo al entonces Gobernador de Michoacán , organiza una corrida de toros  a beneficio del Sistema DIF Estatal ( la Beneficiencia Pública).

Cuenta Marco que el resultado económico del festejo no fue precisamente el esperado, pero que le quedó la idea de volver a intentar la experiencia, aunque en otras condiciones. Refiere también que contó siempre con el apoyo de su padre, el licenciado Enrique Ramírez Miguel, uno de los má activos emprendedores que he conocido y afirma que si la del Palacio no es la que más le redituó, sí es la que más le divirtió y eso en los negocios, a lo mejor es un resultado mucho mejor que el económico en muchos casos.

Algunos fastos notables

La primera corrida de toros se da en su ruedo la tarde del 9 de julio de 1988. Toros de Jesús Cabrera,  propiedad de don José Velázquez Pérez para Guillermo Capetillo, Jorge Gutiérrez y Javier Bernaldo.

El primer toro que se lidió en el Palacio fue Purépecha, número 17 y pesó 494 kilos, le correspondió lidiarlo a Guillermo Capetillo. La primera oreja fue cortada por Jorge Gutiérrezx a Cafetero, la propia tarde inaugural. Esa misma tarde se produjo la primera salida a hombros, para el diestro queretano Javier Bernaldo que se llevó las dos orejas del tercero de la tarde, Aguacatero, nombrado así en honor de los frutos tradicionales de Uruapan.

Para Alfredo Lomelí fue el primer rabo, cortado al novillo Tabernero de Campo Alegre, el 23 de julio de 1989, aunque el primero que se paseó por el redondel fue por Arturo Gilio, uno que le tiraron del tendido y que le costó una fuerte sanción económica. La primera alternativa fue para un fino torero de Morelia, Teodoro Gómez, el 15 de diciembre de 1990. Su padrino Miguel Espinosa Armillita, le cedió al toro Buena Suerte, número 3, de la ganadería michoacana de Campo Alegre, ante el testimonio de Paco Dóddoli. El toricanto se alzó como triunfador de la tarde al cortar las dos orejas del toro de ceremonia.

También el Palacio del Arte representó la Omega para algunos conspicuos personajes de la fiesta. En la década de los setenta se habló con insistencia de un torero que parecía tomar el testigo dejado por el gran Jesús Solórzano, el inconmensurable artista moreliano. El Inspirado llamaban a Miguel Munguía, quien hacía el toreo con una gran finura. Es el suyo uno de esos casos que nos dejan con la miel en los labio, porque por alguna desconozida razón, a pesar de la calidad de su toreo, nunca se fraguó la figura que nos anunciaba. Es en este ruedo donde mata a Cariñoso, número 63 de don Aurelio Franco, el último toro de su vida, el 12 de diciembre de 1989, muy poco tiempo antes de adelantarse en el viaje que no tiene regreso.

Nota completa :http://laaldeadetauro.blogspot.mx/2009/06/21-de-junio-de-1988-se-inaugura-en.html