Luis Castro.

Los festivales con niños toreros que se han venido dando tanto en Morelia como en poblaciones cercanas deben tener la seriedad que le corresponde a todo festejo taurino y no por tratarse de niños becerristas convertirlos en pachangas.

Los últimos eventos han arrojado un saldo muy prometedor y ya comienzan a despuntar varios de estos chamaquitos con sólidas cualidades que hacen abrigar fuertes esperanzas que pronto irrumpirán en el mundo novilleril en el que entrarán con mucha fuerza.

Pero hay una constante en todos estos festejos infantiles que se han venido organizando que resta seriedad y hasta importancia. Los minimizan y eso no se vale. Parece que cualquiera que se encuentre un capote está autorizado a salir de cuadrilla a «auxiliar» (¿?) a los niños. Hemos visto como alguien que ni siquiera sabe coger un capote, menos estar colocado en el ruedo, ha andado allí de acomedido «ayudándole» a su torero simplemente corriendo para atrás al «a que no me alcanzas». Lo mismo en cada festejo cómo uno o dos de los maestros salen a bregar y acaban a la deriva y sin poder con un animalito por falta de piernas. Qué mal se ve.

Es urgente poner orden. Desde el momento de la organización deben seleccionarse dos jóvenes con cierta experiencia y fortaleza física en sus piernas para que salgan a bregar y a auxiliar a los niños, no improvisar cuadrillas a la mera hora. Por ejemplo, allí están Gustavo Farías que anda muy bien bregando, Rogelio Contreras, Leonardo Cíntora, Bruno Vélez, los hermanos Manolo y Juan Castro que son buenos capotes y alguno más que de momento se nos puede escapar. Y de complemento de cuadrillas bien caben algunos de los niños toreros de las diversas escuelas que hay en Morelia para que le vean la cara al animal, que uno o dos capotazos que den no les vendrá mal.

Y de pasada también a la gente de El Cortijo La Salud que ponga su grano de arena de seriedad. Anuncian a la una de la tarde los festejos y van comenzando, cuando hay buena suerte, después de las dos. El público merece respeto.